En Clarín del Domingo, como columnista invitado:
Ricardo Arriazu. Economista
La Secretaría de Agricultura estima que la producción de cereales y oleaginosas durante el período 2006/2007 alcanzará un récord histórico absoluto, superando los 92 millones de toneladas. Las estimaciones privadas confirman estas cifras, aunque sugieren que las recientes inundaciones podrían reducirla marginalmente. Esta producción supera en casi un 20% a la del período anterior, y en casi un 35% el promedio de la última década, y triplica los niveles de fines de la década de 1970. La tasa de crecimiento anual promedio durante los últimos 26 años (5%) casi triplica la de la economía en su conjunto (1,8%).
Este extraordinario logro es el resultado del esfuerzo de los productores, de las mejoras tecnológicas que se dieron en casi todo el mundo y de los favorables precios internacionales. La cantidad de hectáreas sembradas creció durante este período casi un 50% (de 20,7 a 30,2 millones de hectáreas) y el rendimiento promedio del conjunto de los cultivos se elevó de 1,25 a 3 toneladas por hectárea.
De confirmarse estas estimaciones, el valor total de la producción superaría los 21 mil millones de dólares, cifra que representa más del 8% del PBI total y se compara con poco más de 10 mil millones de dólares en el período 2001/2002.
Los efectos económicos, políticos y sociales de esta explosión agrícola son muy significativos: contribuyen en forma directa e indirecta al crecimiento del PBI, explican una porción importante del crecimiento de la recaudación y fortalecen la balanza comercial.
El Gobierno se benefició por el crecimiento de la recaudación de los impuestos que paga el sector, en particular por los impuestos sobre las exportaciones. Se estima que la recaudación de impuestos sobre las exportaciones alcanzará este año los 18 mil millones de pesos, con una contribución del sector agrícola superior al 50% de este total (cerca de 3,5 mil millones de dólares). A esto se le debe agregar el impacto sobre la recaudación del Impuesto a las Ganancias, del IVA y del impuesto sobre las transacciones financieras. El remanente de la mejora de ingresos se distribuyó entre productores, acopiadores, transportistas, cosecheros, comercializadores, etc., contribuyendo a la mejora de la capacidad de compra de estos sectores.
Las mejoras en ingresos del sector durante el período 2002-2006 fueron destinadas en primer lugar a cancelar las deudas acumuladas durante el anterior ciclo negativo, a la concreción de mejoras e inversiones postergadas, a la ampliación de la frontera agrícola y a la compra de tractores, maquinarias agrícolas y vehículos todo terreno. El remanente contribuyó de manera significativa al boom de la construcción y a la expansión de los depósitos. Se estima que, a diferencia de otros ciclos favorables, el monto destinado a la compra de divisas fue muy pequeño.
Otro esfuerzo importante durante los últimos años estuvo destinado a la mejora del valor agregado de la producción primaria mediante una importante ampliación de la capacidad de molienda, la industrialización de algunos productos y los incipientes esfuerzos para incrementar la producción de bioenergía.
El valor de la cosecha del corriente año se incrementará en más de 5 mil millones de dólares, reflejo de la cosecha récord y de una nueva mejora de precios internacionales. El impacto directo de la mayor producción sobre el PBI es casi equivalente a un punto porcentual, pero el impacto indirecto dependerá del destino que hagan los productores y el Gobierno de estos recursos.
El Gobierno se beneficiará con casi un cuarto de esta mejora y es muy probable que los destine —en un año electoral— a la expansión de su gasto. La distribución del resto de los recursos entre los sectores de la producción generará una puja distributiva y el impacto global de esta mayor capacidad de gasto dependerá de su asignación. Si se destinan al gasto en el mercado interno, esto contribuirá a la expansión de la producción de otros sectores y al fortalecimiento de las presiones inflacionarias. Si se destinan a la compra de productos importables, la producción crecerá menos y las presiones inflacionarias se atenuarán, pero a costa de un deterioro relativo de la balanza comercial. Si se destinan a la compra de divisas, el impacto interno será nulo, pero sobre la balanza de pagos será significativo.
La distribución del gasto debería ser diferente a la del período 2002-2005. A diferencia del año 2002, los productores no tienen en la actualidad deudas que cancelar, al mismo tiempo que las inversiones del pasado reciente ya contribuyeron a mejorar sus establecimientos y su parque de maquinarias. En este contexto, podría pensarse que una porción importante de los mayores recursos se asignará a la ampliación de la frontera agrícola, a la compra de inmuebles, al consumo y al ahorro. Sin embargo, la experiencia muestra que los productores agrícolas están en una permanente búsqueda de mejoras de productividad y son propensos a la compra de maquinarias y equipos que les permitan mejorarla, por lo que es de esperar que una porción de los mayores recursos se asigne a la compra de equipamiento.
Si bien el sector agrícola se vio especialmente favorecido por la situación internacional, la forma en que destinó los mayores recursos para mejorar su competitividad y productividad debería ser un ejemplo para el resto de los sectores.
domingo, mayo 20, 2007
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